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Amparo A. Machí, escritora, poeta.

Para mi soledad

Para mi soledad me bastan tus alas,
el sonido del agua batiendo olas sobre la arena
mientras miro el horizonte
blandir su espada de nubes blancas;
Para mi soledad me bastan tus alas,
el aroma del café saliendo en la cocina,
un recuerdo de música sonando en mi cabeza;
Para mi soledad me bastan tus alas
la noche que te invoca
como un regalo del mundo que se apaga entre mis manos
mientras brilla tu luz..
Y me basta

Poesía

La poesía es incendio
flor deshojada y marchita,
como ese amor que subyace entre las brasas de lo que pudo ser y no fue,
de lo efímero y eterno fundidos en un mismo fenómeno que nos abisma,
que nos lanza con certeza centrífuga hacia lo inasumible
exceso deseo vital de trasgredir en el verso toda palabra y todo significado
y quedarnos con la esencia.

Luz y palabra

mi ser de luz
mi sed de palabra
en la regia estirpe del verso
que ilumina entre tanta tiniebla;
seguir su estela de amapolas
y versos rotos
como cristales que se clavan 
sobre el tiempo remoto,
cuando aún existía el perfume
del jazmín
acompañandonos en el silencio del camino
en el tibio anochecer de mi profundo abismo,
y sobre mí se cerní­a tu suave manto
para cobijar mi desamparo.
y quedarme quieta sin más anhelo que la profundidad de tu latido.

Verano

Es verano en la Tierra
y en mi corazón
todavía está toda la primavera
esperando brotarte

#Breverías de verano

Me habitas

Me habitas, amor

pero no soy yo

es la noche quien te invoca

en la imagen que miro en el espejo

cuando el silencio rasga las horas

y en mis labios late

una luz de olvido

que pronuncia tu nombre

Manifiesto

Ya no quiero más certezas,

ni embarcarme en rumbos que me son ajenos,

no quiero juntar pedazos de sueños rotos,

ni recoger el llanto del mundo entre mis manos.

No más minutos robados al olvido

ni el conformismo de las migajas que otorga el mundo

O el dolor que provocan los exilios no elegidos

Solo quiero entrar en los abismos

de los corazones cuando se abren a la intemperie.

Y salir indemne.

O no.

Allí, sentada en el café de la Gran vía, bajo la lluvia tormentosa del verano.

Es un instante en el que me siento parte del cielo, de su queja infinita, y se hace presente toda la ausencia.

La dicotomía de un tiempo que escapa y aguarda sobre una gran nube de esperanza difuminándose en el horizonte, sosteniendo el pesado lastre de una lluvia sempiterna que nunca acaba de caer.

Lentas y pesadas gotas primero, después el granizo que martillea los toldos y, tras él, de nuevo gotas que se van espaciando lentamente hasta desaparecer tras la nube intacta en la lejanía.

Apenas unos minutos… la vida puede ser eterna en unos minutos.

El café todavía está caliente; la calle, mojada y tibia, como los pensamientos. Apenas se asoma, tímido, un sol que aún se esconde del verano, y entre sus rayos, un arcoiris me indica un camino: el camino de la ilusión.

Imagen: Vladimir Kush

A veces

el camello pasa por el ojo de una aguja

y las cosas del nuncasuceden

se alían en la constelación del quizás

envolviendo al temor de su luz

para iluminar la vida

(Poemas surrealistas.)

Tormenta de verano

¿Cuántas palabras podrán ni siquiera rozar la poesía que hay en la lluvia intempestiva del verano?
¿Cuántas nubes de extrañeza lanzarán su granizo sobre el techo de las horas sin sol?
La tormenta dejó su petricor sobre la hierba
mojada de los sueños que la noche recogió en su regazo de silencio
y la vida se hizo agua profunda.